lunes, abril 21, 2008

LA OBRA ASCÉTICA DE SAN EFRÉN EL SIRIO (5)

(5)



Hermanos, la gloria reservada para los santos es grande e incomprensible. La gloria de esta vida terrestre pasa como la vida de la flor de los campos y se marchita rápidamente como las jóvenes hierbas del huerto. Abundan, en efecto, los tiranos y los reyes que fueron señores de un número nada despreciable de comarcas y de ciudades. Y, sin embargo, poco después fueron reducidos a la inexistencia. ¡Cuántos reyes dirigieron a pueblos numerosos y se hicieron erigir imágenes y estelas! Pensaban así asegurar su fama después de su muerte, pero fueron sorprendidos por otros que derribaron sus imágenes y destruyeron sus estatuas. Algunos llegaron incluso hasta hacer remodelar sus rostros, para darles su propia apariencia. Y su obra, a su vez, fue destruida por los que vinieron después de ellos.

Hay otros que se edificaron grandes mausoleos que todos pudieran admirar y que pensaron, a través de ellos, asegurarse un nombre que pasara a la eternidad después de haber hecho grabar las letras en lo alto del edificio. Pero otra generación de hombres vino y los mausoleos pasaron bajo su autoridad. Estos últimos queriendo, al parecer, desembarazarse del lugar de estos monumentos funerarios, trasladaron los huesos como si se tratase de piedras. ¿Qué provecho, pues, obtuvieron los primeros de su precioso mausoleo o de su pirámide? Todas las obras de la vanidad se acaban en la nada.

Mas para aquellos que se glorifican en Dios, no les sucede lo mismo. En efecto, Él les ha preparado la vida eterna y una gloria inalterable, semejante a la luz del sol, de la luna y de los astros que, desde la creación hasta el día de hoy, ni se ha oscurecido, ni ha sufrido envejecimiento. Al contrario, esta luz astral se renueva siempre idéntica a sí misma y permanece en toda su fuerza y alegre brillo como la determinó el Creador. Y lo mismo que Dios, desde el comienzo, estableció las luminarias para presidir el día y la noche, así mismo estableció para aquellos que lo aman el Reino de los cielos y la alegría que nunca pasa.

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